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Argot”, lugar último al que eran confinados los delincuentes.[2] Con esta breve referencia, parecería ser que el argot estaría conformado por todas aquellas manifestaciones verbales propias de los delincuentes; y por extensión, por el habla de los estratos sociales económicamente bajos, de los iletrados, de los analfabetos, en fin, de los incultos. Sin embargo, y con el paso del tiempo, esta perspectiva sufre un viraje cuando, hoy, se han constituido en legítimas hablas sociales o de grupo cuyos fines identitarios y de desclasamiento les asignan un valor propio dentro de un sistema lingüístico mayor: nuestra lengua. continía aquí
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